En la contraportada de su libro Aprender a mirar para aprender a vivir, Santiago Arellano Hernández destaca la frase: «en la contienda de dos civilizaciones». ¿Qué contienda es esa? ¿Qué civilizaciones? ¿En qué planos de nuestra vida nos afecta? ¿Cómo repercute al entendimiento del arte? ¿Y a la educación? Estas y otras apasionantes cuestiones son respondidas por don Santiago en una muy interesante entrevista realizada por Miguel Toledano para Marchando Religión. Os recomendamos vivamente escucharla completa aquí.
A lo largo de esta entrevista, don Santiago explica que, frente a la civilización de la Cristiandad, surgió en el siglo XVI, pero sobre todo a partir de la Ilustración, un movimiento de rebeldía que sigue hasta nuestros días. Este movimiento aspirar a deshacer todo lo que ha supuesto esa civilización cristiana. Antepone el hombre a todo (incluyendo a Dios), sin respeto a nada ni a nadie, porque desea ser dueño de todo. Sin embargo, aunque quiera, no puede olvidarse de Dios, porque Él es el límite de su audacia. Ya que es el que evita que el fuerte se aproveche del débil. Y, por eso, esta civilización odia a Dios y está en continúa lucha contra la civilización de la cristiandad.
Entonces, esta segunda civilización quiere poner la autonomía del hombre ante todo. Llevados por ese camino, empieza a decir que «el pensar es lo que da la condición de ser». Es decir, que sólo existe lo que pensamos y que nada existe fuera de nuestro pensamiento, negando el ser de las cosas, la realidad. Y esto trae consecuencias en todos los órdenes.
En el plano del arte nos ha llevado al punto en el que estamos hoy, en el se niega la Belleza. Tradicionalmente la belleza se definía como «el esplendor de una forma que expresa una verdad»; y los artistas eran artesanos que trabajaban un material (ya fuera un trozo de mármol, madera, óleos o la palabra) con esmero, esfuerzo y dedicación hasta conseguir que este material expresara de forma sublime una verdad, porque la verdad es el requisito clave de la belleza. De esta manera, las catedrales góticas expresan un himno a Dios. A otro nivel, tenemos, por ejemplo, el Taj Mahal, que expresa un himno de amor a la mujer amada. La Pietá de Miguel Ángel es otra gran muestra de que ello.
Pero ahora ya no. Ahora el trabajo del artista se ha quedado únicamente en el trabajo con la materia prima. Al negar la verdad, se dice que la belleza es sólo el artefacto trabajado, aunque carezca de sentido. Esto ha conducido a nuestra civilización a ensalzar lo feo e incluso lo satánico, en clara oposición con Cristo mismo.
Como vemos, esta segunda visión del hombre, de la vida y del mundo es la que se va imponiendo.
Santiago nos muestra cómo en el plano de la educación se ha olvidado de que una de sus principales funciones es educar en el dominio de uno mismo, de manera que se sea capaz, no sólo de trabajar con honradez, sino de amar con honradez y plenitud. Otro gran problema de la educación, relacionado con la idea de la inexistencia de la Verdad, es la ausencia de una Ítaca, de un fin para nuestras vidas, que nos oriente y dé sentido. Algo que muchas veces está detrás de los trágicos suicidios juveniles, que don Santiago ha tenido la triste experiencia de conocer por uno de sus alumnos más brillantes.
Sin embargo, si «el mal triunfa, es por el bien que tiene», señala Santiago que aprendió de Santo Tomás de Aquino. Esto llevó a Santiago a no olvidarse de autores «heterodoxos», sino a acercarse a ellos para descubrir cuál es la verdad y el bien que encierran, por pequeños que sean, en medio de unas planteamientos de vida contrarios a la fe católica.
Como ejemplo de ello, Santiago nos propone un soneto de Alberti, «Entro, Señor, en tus iglesias». Santiago nos invita de dejarnos interpelar por la verdad que contiene el poema, a hacer un examen de conciencia: ¿cómo es mi conducta al visitar una iglesia?, ¿reconozco al entrar que estoy ante la presencia de Dios, o me conduzco como un turista?
En otras ocasiones, las obras de estos autores, cuando son sinceras, es decir, cuando realmente expresan algo de la verdad del artista, pueden ayudar a considerar las consecuencias de unos y otros planteamientos de vida. Por ejemplo, contraponiendo el poema de Aleixandre «Al hombre» con el «Vivo sin vivir en mí» de Santa Teresa de Jesús: frente a Santa Teresa de Jesús (vivo sin vivir en mí). ¡Esta es la contienda en la que vivimos! ¿Qué elegimos: hombre reducido a animal y vida reducida a lodo, o vida como vocación a amar?
Y, en esta contienda, resalta también don Santiago como una fuente de enriquecimiento las obras de Shakespeare y de los conversos ingleses, ya que en su vida han experimentado este enfrentamiento: lo que la visión materialista del hombre conlleva frente a la visión católica.
Estamos en una contienda de dos civilizaciones. Nosotros éramos herederos y creíamos que eso no lo podía derribar nadie, como a Roma… Pero hay esperanza porque todo lo que hacemos tiene valor de eternidad, cualquier instante de nuestra vida, incluido este mismo… Entregarnos con la conciencia de que todo tiene un valor sublime, todo tiene un valor maravilloso, de eternidad, al defender la primacía de Dios sobre todas las cosas.
Os recordamos que podéis escuchar esta sustanciosa entrevista completa aquí.
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Muchas gracias por tus palabras.
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Ha fallecido Santiago Arellano Hernández - Pequeño Monasterio
[…] mirada suya tampoco se le escapaba la situación crítica en la que nos hallamos a nivel global. «Vivimos en la contienda de dos civilizaciones», solía decir, una guerra entra la civilización cristiana y la del hombre que se rebela contra […]