¿Quién es Santiago Arellano Hernández, el autor de ese canto de amor a la Literatura: Aprender a mirar para aprender a vivir?
Déjemosle a él que nos lo cuente:
Mis orígenes
«Pues sepan que a mí me llaman Santiago Arellano Hernández. Nací en Pamplona por augurios de maternidades complicadas y me bautizaron en la Iglesia de San Lorenzo, la sede oficial de nuestro patrón San Fermín. Pero, de hecho, soy de Corella por los cuatro costados. Allí recibí en la escuela, entonces llamada nacional, las primeras letras de unos maestros admirables que tenían a gala deshacer los terrones de nuestros vulgarismos. Qué resonancias me traen aquellos recursos nemotécnicos para evitar pronunciar como palabras llanas las esdrújulas: “En tiempos de los apostoles, había unos hombres muy barbaros que se subían a los arboles y se comían los pajaros”. No se crean que resultaba tarea fácil. A mí me costó Dios y ayuda pronunciar sin entender que «perito«, no fuera “périto” y, en cambio, “medico” enfureciera al buen maestro hasta que aprendíamos el “médico” establecido. Y no crean que lo doy por superado, que, aunque pronuncio la palabra “pájaro”, cuando conozco algún tipejo desalmado y astuto me recorre el pensamiento «menudo pajaro está hecho el fulano». “Pájaro» y “pajaro” no es lo mismo.
»Cuando fui a estudiar a la Universidad Central de Barcelona, se me hizo patente que en Corella, todo mi pueblo, sus calles, sus plazas, sus iglesias, sus cines y teatros eran mi casa, mientras que en la gran ciudad, la inmensa ciudad, en verdad en verdad, todo se reducía a mi casa. Todo lo demás era extraño.
Todo mi pueblo, sus calles, sus plazas, sus iglesias, sus cines y teatros eran mi casa, mientras que en la gran ciudad, todo se reducía a mi casa.
A estas alturas de mi vida puedo asegurar que ir a clase no me pareció un trabajo, sino un gozo
» A los diez años fui a estudiar a los Paúles de Pamplona, que llamaban «la apostólica» y que la conocemos por el Colegio de la Milagrosa. Fueron años inolvidables. Allí aprendí latín, leí a Virgilio, Cesar, Cicerón y hasta a Horacio. El labuntur anni todavía me estremece. Y un padre paúl muy sensible, el P. Urrestarazu, nos dio a conocer las figuras estilísticas y a practicarlas en redacciones y composiciones.
» En la carrera pasé por entendido con saberes aprendidos antes de los quince años. La década de los sesenta fueron años de revueltas estudiantiles. Tuve la fortuna de gozar de magníficos profesores: Martín de Riquer, Antonio Vilanova, Blecua el padre y los hijos, El jovencito Rico, ya entonces en promesa y Marxá y Roca Pons y el gran filólogo Antoni Maria Badia i Margarit, entre otros muchos. Lo demás fue biblioteca y Editorial Gredos.
Los que me conocen saben que ante todo he sido profesor
» Comencé trabajando en el Colegio Sagrada Familia de La Molina (Gerona). Pasé a la Escuela, entonces se llamaba Normal de Pamplona, donde asenté mi vocación docente. Saqué las oposiciones de Agregado de Instituto y estuve dos cursos en Huesca. Al año siguiente saqué cátedras y pude venir a Pamplona al Instituto Padre Moret, y años más tarde me trasladé al Navarro Villoslada. He sido Jefe de Estudios, Director, Inspector extraordinario y Director General de Educación del Gobierno de Navarra durante doce años, y Director del Ince durante un año en Madrid, donde confirmé la situación deplorable de la lectura comprensiva en España.
» Los que me conocen saben que ante todo he sido profesor. Preocupado por la educación fundamos la Asociación Pedagógica Amado Alonso. Hemos participado en cientos de cursos para padres, profesores y alumnos sobre temas educativos y, ante todo, de literatura y publicado en diversas revistas más de mil artículos. Esta obra recoge algunos de ellos.
» A estas alturas de mi vida puedo asegurar que ir a clase no me pareció un trabajo, sino un gozo. No así la gestión administrativa que nunca estuvo exenta de tensiones. Tengo algunas publicaciones menores. Si Dios me da vida, organizaré el material escrito y lo publicaré en una serie de volúmenes que comienzan con el que tienes en tus manos. Deo volente.»
Santiago Arellano Hernández
Jose Garc
Una vida vivida, un ejemplo de vida. Son tiempos muy difíciles.
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